viernes, 3 de octubre de 2014

LLEGO LA HORA DE LA LIMPIEZA


TRAPO  de  INMUNDICIA


Recientemente mientras leía en mi habitación, alguien cercano entró y de manera sorpresiva espetó en mi cara, que yo era una inmundicia. Debo admitir que en otro tiempo y circunstancia habría ripostado de inmediato y hasta con grosería. Pero en esta oportunidad suspendí la lectura y mis pensamientos me llevaron rápido a Isaías 64, más precisamente al verso sexto, donde el profeta escribió: “…Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia…”

Me tranquilicé y me dije, bueno, no me queda otra alternativa que lavarme y limpiarme, si tal es la imagen que proyecto. En un momento comprendí la importancia de asearme no sólo física sino espiritualmente día tras día. No basta con mirarse en el espejo y acicalarse exteriormente, hay que limpiar el corazón y la mente, para eliminar todo rastro de disensiones, contiendas, hipocresía, mentiras y engaños; malos pensamientos, prejuicios y soberbia. Los hábitos y costumbres propias de la carnalidad humana trascienden hacia el pecado y nuestro accionar diario y rutinario en múltiples ocasiones nos hacen perder el sentido de la realidad y de manera lenta e inexorable vamos apartándonos del camino claro y seguro, para trasegar errando por oscuros senderos de rebeldía, prevaricaciones, concupiscencias y maldad.

Los creyentes y conversos en Cristo no podemos darnos el lujo de permanecer quietos bajo la sombra de la seguridad alcanzada por el hecho de ser salvos. Satanás que no descansa, conoce bien la debilidad del hombre y no escatimará esfuerzos en apartar una que otra oveja del rebaño cada vez. La pecaminosa naturaleza humana inclinada de por sí a la desobediencia, es una fuente inagotable de oportunidades para el programa del ángel caído. Así los creyentes estemos limpios de una vez por todas por el lavamiento de la regeneración, debemos hacer confesión permanente de día y de noche de nuestros pecados cometidos en el caminar diario por este mundo corrompido y pecaminoso. Así pues, y conforme con Santiago 1:21, “…debemos desechar toda inmundicia y abundancia de malicia, y buscar constantemente la salvación de nuestras almas…”

Desde esta perspectiva, considero un gran favor y no un insulto, el haber sido llamado inmundo. Fue toda una amonestación. A futuro deberé prestar mayor atención y cuidado frente a mi manera de pensar y de mi forma de hablar, de mi andar y de mi actuar, y hasta de mi manera de confrontar al mundo. La clave está en seguir 1a de Tesalonicenses 4:7, "...Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación..."

Bien lo indicó Pablo a los Efesios en el capítulo quinto, versículos tres, cuatro y cinco: “…Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aún se nombre entre vosotros…”, “…ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías que no convienen…”, “…porque sabed esto: que ningún fornicario, o inmundo.  O avaro, que es idólatra; tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios…”

Por último, y adportas del inminente advenimiento del Señor Jesús por segunda vez; me acojo a la Palabra de Dios establecida en Apocalipsis 21:27, para aquellos quienes queremos entrar en la santa ciudad de Jerusalén: “…No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero…” De mi parte, espero confiadamente el momento de recibir de manos del Hijo del Hombre, la piedrecita blanca con mi nuevo nombre inscrito en ella y comer del maná escondido, bajo la atenta mirada del Espíritu Santo de Dios, tal y como está escrito en Apocalipsis 2:17.


¡Quiero ser un Vencedor, no una Inmundicia



Fabio Humberto Molano Olmos
Bogotá D.C., 3 de octubre de 2014

miércoles, 1 de octubre de 2014

DIPLOMACIA INFRUCTUOSA

Discurso de Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel, ante la 69ª Asamblea General de las Naciones Unidas en New York.                            (Septiembre 26 de 2014)




Señor Presidente, Damas y Caballeros:


Hace cerca de 62 años, las Naciones Unidas reconocieron el derecho de los judíos, un antiguo pueblo de 3.500 años de edad, de tener un estado propio en su patria ancestral. Hoy estoy aquí como el Primer Ministro de Israel, el estado judío, y les hablo en nombre de mi país y mi pueblo.

Las Naciones Unidas fueron fundadas después de la carnicería de la 2ª Guerra Mundial y los horrores del Holocausto. Se le encomendó la prevención de la recurrencia de tales horrendos eventos. Nada ha minado esa misión central más que el sistemático asalto a la verdad.

Ayer, el Presidente de Irán estuvo en este mismo podio, vomitando su último despropósito antisemita. Sólo hace unos pocos días, nuevamente alegó que el Holocausto es una mentira. El mes pasado, fui a una villa en un suburbio de Berlín llamado Wannsee. Ahí, el 20 de enero de 1942, después de una buena comida, importantes funcionarios nazis se reunieron y decidieron cómo exterminar al pueblo judío. Las detalladas actas de esa reunión han sido preservadas por sucesivos gobiernos alemanes. Aquí está una copia de esas actas, en las cuales los nazis expidieron instrucciones precisas de cómo llevar a cabo la exterminación de los judíos. ¿Es esto una mentira?

Un día antes de que estuviera en Wannsee, en Berlín me dieron los planos de construcción originales del campo de concentración Auschwitz-Birkenau. Esos planos están firmados por el propio Heinrich Himmler, vice de Hitler. Aquí está una copia de los planos para Auschwitz-Birkenau, donde un millón de judíos fueron asesinados. ¿Esto también es una mentira?

Este junio, el Presidente Obama visitó el campo de concentración de Buchenwald. ¿El Presidente Obama rindió tributo a una mentira? ¿Y que hay con los sobrevivientes de Auschwitz cuyos brazos llevan todavía marcados en ellos los números tatuados por los nazis? ¿Esos tatuajes son mentiras? Un tercio de todos los judíos perecieron en la conflagración. Casi cada familia judía fue afectada, incluyendo la mía. Los abuelos de mi esposa, dos hermanas y tres hermanos de su padre, y todas sus tías, tíos y primos, todos fueron asesinados por los nazis. ¿Eso también es una mentira?

Ayer, el hombre que denomina al Holocausto una mentira, habló desde este podio. Para aquellos que rehusaron venir y para aquellos que abandonaron esta sala en protesta, mis elogios. Se erigieron en aras de una claridad moral y llevaron honor a sus países. Pero aquellos que prestaron oídos a este negador del Holocausto les digo, en nombre de mi pueblo, el pueblo judío, y de los pueblos decentes de todas partes: ¿No tienen vergüenza? ¿No tienen decencia? Sólo seis décadas después del Holocausto, le dan legitimidad a un hombre que niega que el asesinato de seis millones de judíos tuviera lugar y promete borrar al estado judío.

¡Qué desgracia! ¡Qué burla a la carta de las Naciones Unidas! Quizás algunos de ustedes piensen que este hombre y su odioso régimen amenaza sólo a los judíos. Están ustedes equivocados. La historia nos muestra una y otra vez que lo que comienza con ataques a los judíos, finalmente termina envolviendo a muchos otros. Este régimen iraní está alimentado por un extremo fundamentalismo que apareció en la escena mundial hace tres décadas, después de mantenerse dormido durante siglos. En los pasados treinta años, este fanatismo ha barrido al globo con violencia asesina y con una imparcial sangre fría en la elección de sus víctimas. De forma cruel e indiscriminada mató salvajemente a musulmanes y cristianos, a judíos e hindúes, y a muchos otros.

Aunque compuesto por diferentes ramas, los adherentes a este nada indulgente credo, buscan retrotraer a la humanidad a los tiempos medievales. Ahí donde pueden, imponen una atrasada sociedad regimentada, donde las mujeres, las minorías, los homosexuales o cualquiera no considerado como un verdadero creyente, es brutalmente subyugado. La lucha contra este fanatismo abyecto no enfrenta fe contra fe, ni civilización contra civilización.

Enfrenta a la civilización contra la barbarie, el siglo XXI contra el siglo IX, a aquellos que santifican la vida contra aquellos que glorifican la muerte. Este primitivismo del siglo IX no debería tener lugar para el progreso del siglo XXI. El encanto de la libertad, el poder de la tecnología, el alcance de las comunicaciones deberían, seguramente, triunfar. En última instancia, el pasado no puede triunfar sobre el futuro. Y el futuro ofrece a todas las naciones magníficas recompensas de esperanza. La senda del progreso crece exponencialmente. Nos tomó siglos llegar de la imprenta al teléfono, décadas llegar del teléfono a la computadora personal, y sólo algunos años llegar de la computadora personal a Internet.

Lo que parecía imposible hace unos pocos años, ya está pasado de moda, y apenas podemos entender los cambios que están todavía por venir. Descifraremos el código genético. Curaremos lo incurable. Prolongaremos nuestras vidas. Encontraremos una alternativa barata para los combustibles fósiles y limpiaremos el planeta. Estoy orgulloso que mi país, Israel, va a la vanguardia de estos avances liderando innovaciones en ciencia y tecnología, medicina y biología, agricultura y agua, energía y el medio ambiente. Estas innovaciones, en el mundo entero, ofrecen para la humanidad en su conjunto, un soleado futuro de inimaginable promesa.


Pero si el más primitivo fanatismo puede obtener las más mortales armas, la marcha de la historia podría revertirse por un tiempo. Y así como la tardía victoria sobre los nazis, las fuerzas del progreso y la libertad prevalecerán sólo después de que una horrorosa cuota de sangre y fortuna haya sido arrancada de la humanidad. Esa es la razón por la que la mayor amenaza que enfrenta el mundo hoy en día es el maridaje entre el fanatismo religioso y las armas de destrucción masiva.

El más urgente desafío que enfrenta esta institución es impedir que los tiranos de Teherán obtengan armas nucleares. ¿Están los estados miembros de las Naciones Unidas preparados para este desafío? ¿Confrontará la comunidad internacional al despotismo que aterroriza a su propio pueblo mientras éste se alza valientemente por la libertad? ¿Ejercerá alguna acción contra los dictadores que robaron una elección a plena luz del día y bajaron a balazos a manifestantes iraníes que murieron en las calles ahogándose en su propia sangre? ¿La comunidad internacional frenará a los más perniciosos patrocinadores y profesionales del terrorismo? Sobre todo ¿La comunidad internacional frenará al régimen terrorista de Irán en su desarrollo de armas atómicas que, de ese modo, pone en peligro la paz del mundo entero? El pueblo de Irán se está alzando con coraje contra este régimen. La gente de buena voluntad alrededor del mundo está de su lado, así como lo han hecho los miles que han protestado fuera de esta sala. ¿Las Naciones Unidas se colocarán de 
su lado?

Damas y Caballeros, el jurado está todavía fuera de las Naciones Unidas, y las recientes señales no son alentadoras. En lugar de condenar a los terroristas y sus patrocinadores iraníes, algunos aquí han condenado a sus víctimas. Eso es exactamente lo que hizo un reciente informe sobre Gaza, igualando falsamente a los terroristas con aquellos que eran sus blancos. Durante ocho largos años, Hamas disparó desde Gaza miles de misiles, morteros y cohetes contra ciudades israelíes cercanas. Año tras año, mientras estos misiles eran deliberadamente lanzados contra nuestros civiles, ni una resolución de la ONU fue aprobada condenando esos criminales ataques. No oímos nada, -absolutamente nada-, del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, una institución con un nombre equivocado, si fue, que en alguna momento la hubo.


En 2005, con la esperanza de hacer progresar la paz, Israel se retiró unilateralmente de cada centímetro de Gaza. Desmanteló 21 asentamientos y desarraigó a más de 8.000 israelíes. No obtuvimos paz. En su lugar obtuvimos una base de terrorismo apoyada por Irán a ochenta kilómetros de Tel Aviv. La vida en poblados y ciudades israelíes cercanas a Gaza se convirtió en una pesadilla. Como ven, los ataques con cohetes de Hamas no sólo continuaron, se incrementaron diez veces. Pero nuevamente, la ONU se mantuvo en silencio.

Finalmente, después de ocho años de esta incesante agresión, finalmente Israel se vio forzado a responder. ¿Pero cómo debíamos responder? Bueno, sólo hay un ejemplo en la historia, de miles de cohetes siendo disparados sobre la población civil de un país. Ocurrió cuando los nazis dispararon cohetes sobre ciudades británicas durante la 2ª Guerra Mundial. Durante esa guerra, los aliados arrasaron ciudades alemanas, causando cientos de miles de bajas. Israel eligió responder en forma diferente. Enfrentado a un enemigo que cometía un doble crimen de guerra, disparando contra civiles mientras se escudaba detrás de civiles. Israel buscó efectuar ataques quirúrgicos contra los lanzadores de cohetes. Esa no fue una tarea fácil porque los terroristas disparaban misiles desde casas y escuelas, usando mezquitas como depósitos de armas y escondiendo explosivos en ambulancias. Israel, por el contrario, trataba de minimizar las bajas urgiendo a los civiles palestinos para que abandonaran las zonas de objetivos.

Lanzamos incontables volantes sobre sus casas, enviamos miles de mensajes de texto y llamamos a miles de teléfonos celulares pidiendo a la gente que se fuera, nunca un país ha llegado a tales extraordinarios extremos para evitar que la población civil del enemigo sea dañada. Aun así, enfrentado con un tan claro caso de agresor y víctima, ¿A quién decidió condenar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU? A Israel. Una democracia defendiéndose legítimamente contra el terrorismo es moralmente colgada, equiparada y descuartizada, y se la juzgó deslealmente para rematarla.

A través de estas retorcidas normas, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU habría arrastrado a Roosevelt y a Churchill al banquillo de los acusados como criminales de guerra. Qué perversión de la verdad. Qué perversión de la justicia. Delegados de la Naciones Unidas: ¿Aceptarán ustedes esta farsa? Porque si lo hacen, las Naciones Unidas volverá a sus más oscuros días, cuando los peores violadores de los derechos humanos estaban sentados juzgando a las democracias respetuosas de la ley, cuando el sionismo fue equiparado con el racismo y cuando una mayoría automática podía declarar que la tierra es plana. Si esta Institución no rechazara este informe, enviaría un mensaje a los terroristas en todas partes: el terrorismo paga; si lanzáis vuestros ataques desde áreas densamente pobladas, ganaréis inmunidad. Y condenando a Israel, esta Institución también le dará un golpe mortal a la paz. He aquí por qué.

Cuando Israel abandonó Gaza, muchos esperaron que los ataques con misiles acabarían, Otros creían que, por fin, Israel tendría legitimidad para ejercer su derecho a la auto defensa. ¿Qué legitimidad? ¿Qué auto defensa? La misma ONU que aclamó a Israel cuando abandonó Gaza y prometió apoyar nuestro derecho de auto defensa, ¿ahora nos acusa -a mi pueblo, a mi país-, de crímenes de guerra? ¿Y por qué? Por actuar responsablemente en defensa propia. ¡Qué parodia! Israel se defendió en forma justa contra el terrorismo. Este tendencioso e injusto informe es una prueba clara y evidente para todos los gobiernos. ¿Estarán con Israel o estarán con los terroristas? Debemos saber la respuesta a esa cuestión ahora. Ahora y no más tarde. Porque si a Israel se le pide nuevamente tomar más riesgos por la paz, debemos saber hoy que ustedes estarán con nosotros mañana. Sólo si tenemos la confianza de que podremos defendernos, podemos asumir más riesgos para la paz.

Damas y Caballeros, todo Israel quiere paz. En todo momento en que un líder árabe quiso genuinamente la paz con nosotros, hicimos la paz. Hicimos la paz con Egipto liderado por Anwar el-Sadat. Hicimos la paz con Jordania liderada por el Rey Hussein. Y si los palestinos quieren verdaderamente la paz, yo y mi gobierno, y el pueblo de Israel, hará la paz. Pero queremos una paz genuina, una paz defendible, una paz permanente. En 1947, esta institución votó el establecimiento de dos estados para dos pueblos –un estado judío y un estado árabe-. Los judíos aceptaron esa resolución. Los árabes la rechazaron. Les pedimos a los palestinos que, finalmente, hagan lo que han rechazado hacer durante 62 años: Digan sí a un estado judío. 
Así como se nos pide reconocer a una nación-estado para el pueblo palestino, a los palestinos se les debe pedir reconocer la nación-estado del pueblo judío. El pueblo judío no es un conquistador extranjero en la Tierra de Israel. Esta es la tierra de nuestros ancestros.

Inscripto en los muros exteriores de este edificio está la gran visión bíblica por la paz: “Nación no levantará espada contra nación. No sabrán de guerra nunca más”Estas palabras fueron dichas por el profeta judío Isaías hace 2.800 años mientras caminaba por mi país, por mi ciudad, en las montañas de Judea y en las calles de Jerusalén. No somos extraños en esta tierra. Es nuestra patria. Tan profundamente conectados como estamos con esta tierra, reconocemos que los palestinos también viven ahí y quieren un hogar propio. Queremos vivir lado a lado con ellos, dos pueblos libres viviendo en paz, prosperidad y dignidad. Pero debemos tener seguridad. Los palestinos deberían tener todos los poderes para gobernarse a sí mismos, excepto aquel puñado de poderes que podrían poner en peligro a Israel. Esa es la razón por la cual un estado palestino debe ser efectivamente desmilitarizado. No queremos otra Gaza, otra base terrorista, apoyada por Irán, colindando con Jerusalén y posada en las montañas a pocos kilómetros de Tel Aviv. Queremos paz.

Creo que una tal paz puede lograrse. Pero sólo si desmantelamos las fuerzas del terrorismo, dirigidas por Irán, que busca destruir la paz, eliminar a Israel y derrocar el orden mundial. La cuestión que enfrenta la comunidad internacional es si está preparada para confrontar esas fuerzas o darles cabida. Hace más de setenta años, Winston Churchill lamentó lo que él llamó la “confirmada imposibilidad de aprendizaje de la humanidad”, el desafortunado hábito de las sociedades civilizadas de dormir hasta cuando el peligro ya casi los supera. Churchill se lamentaba de lo que él llamaba “la falta de previsión, la falta de voluntad para actuar cuando la acción sería simple y efectiva, la falta de pensamiento claro, la confusión en aconsejar hasta que llega la emergencia, hasta que la auto preservación golpea el discordante gong”. Hoy, hablo aquí con la esperanza de que la evaluación de Churchill de la “imposibilidad de aprendizaje de la humanidad” por una vez pruebe ser incorrecta. Hablo hoy aquí con la esperanza de que podemos aprender de la historia, que podemos prevenir el peligro a tiempo.

En el espíritu de las eternas palabras dichas por Josué hace más de 3.000 años, seamos fuertes y valerosos. Confrontemos este peligro, aseguremos nuestro futuro y, con la ayuda de Dios forjemos una Paz duradera para las futuras generaciones.

“Dios le de coraje a su Pueblo y que lo bendiga con la Paz”.



Transcripción desde Radio JAI 96.3
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Por: Fabio Humberto Molano Olmos
Bogotá D.C., 1° de octubre de 2014
Jerusalén, Tishrei  7 de 5775