¿HA
COMENZADO EL JUICIO PARA COLOMBIA?
Colombia ha sido azotada durante el segundo
semestre de 2010 y el primer semestre de 2011 por una serie de desastres
naturales de gran envergadura con pérdidas de vidas humanas y destrucción de la
exigua infraestructura vial del país, y la gente se pregunta: ¿Qué está
pasando? Pero, si observamos con detenimiento lo que ha sucedido antes del
desastre, empezamos a ver un patrón. ¿Será posible que Alguien esté enojado?
El 18 de octubre de 1899
estallaba en Colombia la última guerra civil que duró tres años y que se conoce
como la Guerra de los mil días. Esta prolongada guerra fratricida produjo
consecuencias y efectos verdaderamente lamentables, como lo reconocen todos los
historiadores. En el conflicto murieron de 100 a 130 mil colombianos, cuando
Colombia solo contaba con cuatro millones de habitantes: fueron innumerables
las viudas y los huérfanos que lloraban desconsolados a sus seres queridos. La
guerra paralizó todas las actividades económicas, sobre todo la explotación de
los campos, presentándose una hambruna que no respetó a ninguna clase social y
que puso a clamar de hambre a ricos y a pobres en todo el territorio nacional.
La economía del país se desplomó y el valor de la moneda se tornó irrisorio. Los
fusiles y los cañones, además de cegar las vidas humanas, sembraron la
destrucción en todo el territorio patrio. Después de tres años de una guerra
sangrienta y destructora, la situación del país se agravaba día por día y
amenazaba con desembocar en una verdadera catástrofe nacional. El entonces
arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo, según él, “iluminado por una luz interior”, vio que la única solución en
situación tan desesperada era acudir al Sagrado Corazón de Jesús. Se dirigió
entonces a la Presidencia de la República y como único medio para conseguir la
tan anhelada paz, sugirió al vicepresidente, José Manuel Marroquín, la consagración
de la República de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús y el hacer un voto de construir
un templo en su honor. El Presidente Encargado aceptó gustoso la sugerencia y
el 22 de junio de 1902, en ceremonia inolvidable, consagró la República de
Colombia al Sagrado Corazón de Jesús y puso la primera piedra para el templo
que es el actual Voto Nacional. Los
efectos fueron inmediatos. A los 5 meses de la consagración, se firmaba el
tratado de Winsconsin, el 21 de noviembre de 1902, poniendo punto final a la
sangrienta y prolongada guerra civil, iniciándose una breve era de paz y de
concordia nacional. Han transcurrido exactamente 109 años y pareciera que la
situación en el país es tan grave y aún más grave que la de 1902, después de
una guerra no declarada que ya se prolonga por un espacio de 60 años. Los
efectos de este conflicto armado son tan funestos o más funestos que los de la
guerra de los mil días. Sobre todo en los últimos 25 años, han muerto más de
750 mil colombianos, sumiendo en el dolor y las lágrimas a innumerables
familias. Los desplazados por la guerra que se encuentran en condiciones
infrahumanas, superan los tres millones. Las poblaciones destrozadas por la
guerrilla o por los paramilitares han dejado en la ruina a miles de colombianos. No en vano la ONU sitúa a Colombia
como el primer país del mundo en desplazamiento forzado interno.
Cien años después, el congreso de la
república y el presidente Alvaro Uribe expiden y promulgan un acto legislativo renovando
la consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús. Posteriormente el
cardenal Pedro Rubiano en ceremonia religiosa el 12 de octubre de 2008 consagra
una vez más al país al Sagrado Corazón de Jesús y por si fuera poco, le añade
la consagración del país, al Inmaculado Corazón de María.
Esta idea surgió de un grupo católico
laico llamado “Colombia en los corazones de Jesús y María”, que nació en 2007 a
instancias de la visita del estadounidense John Rick Miller, quien trabaja con la
iglesia católica en Londres dirigiendo un grupo que le ora a la virgen para
pedirle protección. Igualmente, se indicaba que Miller ya se había reunido con
el presidente Uribe para hablarle sobre la necesidad que tenía el país de
consagrarse a María para alcanzar la paz y la reconciliación, y que él era
según sus propias palabras, reconocido por recibir mensajes sagrados del más
allá. Al día siguiente de la ceremonia de consagración el mismo cardenal
Rubiano mencionó que la virgen se encargaría de ayudar a liberar a todos los
secuestrados, de llamar a su redil a la guerrilla y a los grupos paramilitares,
de acabar con la corrupción política y la violencia, y también de terminar con
los paros que hacen mucho daño al país. Como se puede ver, en Colombia la virgen
María tiene mucho por hacer y tiene tanto o más poder, que el mismísimo Sagrado
Corazón de Jesús.
En
1945 fue proclamado candidato a la presidencia, Jorge Eliecer Gaitán, pero las
divisiones internas del Partido Liberal entre los partidarios de Gaitán y los
de Gabriel Turbay, favorecieron el triunfo del candidato conservador Mariano Ospina
Pérez. Tras esta derrota, Gaitán resurgió con nuevos ímpetus, siendo proclamado
jefe único del Partido Liberal. En 1948 recibió el título de doctor honoris
causa en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Libre. Su asesinato,
acaecido el 9 de abril de 1948, provocó una enorme reacción popular que
destruyó el centro de Bogotá. El pueblo bogotano salió a las calles en señal de
protesta. La anarquía y la violencia se adueñaron de la capital. La revuelta se
extendió a otras ciudades del país, en lo que fue conocido como la Época de la Violencia
en Bogotá y que algunos historiadores resumen como “El Bogotazo”.
La
guerrilla colombiana tuvo su origen luego de los graves hechos ocurridos
durante ese 9 de abril de 1948, cuando fue asesinado el líder y caudillo del
Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán. Este hecho fue el detonante para que
explotara abiertamente el odio partidista: unos en la oposición; otros, los
conservadores, aprovechando el poder para ejecutar las más crudas
persecuciones. Ese episodio, conocido en el país como la época de la violencia,
originó que los campesinos liberales armaran grupos de autodefensa en contra de
las agresiones oficialistas. En esos tiempos, década del 50, no se hablaba de
la expansión comunista, de la guerra fría, de la cortina de hierro, y mucho
menos de Cuba o de Fidel Castro. El tema eran los partidos liberal y
conservador, y su guerra fratricida. Por tal razón se puede decir que la
guerrilla colombiana se originó por motivos políticos antes que sociales o
económicos.
A
medida que pasaba el tiempo los acuerdos de paz de los respectivos gobiernos
con los guerrilleros liberales dejaron de cumplirse, y las amnistías se
convertían en una firma de defunción ante los odios políticos y sectarios. Ante
esta situación, el desaparecido Pedro Antonio Marín (alias, Manuel Marulanda
Vélez o “Tirofijo”) y sus correligionarios pasaron a la clandestinidad, bajo el
nombre de Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En las décadas
del sesenta y setenta su grupo guerrillero adquirió popularidad ante la
avanzada comunista en el Caribe y ante un nuevo discurso denominado marxista,
que tenía como objetivo la lucha de clases. Sin embargo, y desde la década del
ochenta, sus objetivos se volvieron económicos y de poder, gracias a su estrecha
relación con el auge del narcotráfico. Por eso, cuando la era Gorbachov provocó
la caída del comunismo en la Unión Soviética, la situación de la guerrilla no
cambió, pues el poder del dinero no tiene colores, ni filiaciones políticas.
El
29
de noviembre
de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en Nueva York, aprobó una
resolución
que recomendaba un plan para resolver el conflicto entre judíos y árabes en la región
de Palestina,
que se encontraba en esos momentos bajo administración británica. Inexplicablemente
la delegación colombiana encabezada por Alfonso López Pumarejo, se abstuvo de
votar favorablemente la resolución que daba paso a la creación del estado
israelí. Tras una contradictoria argumentación el embajador colombiano ante la
ONU indicó que enviar allí al pueblo judío era confinarlo a un ambiente
hostil, desconociendo la historia y la
tradición hebréa en el sentido, que para ellos, esa era la tierra que Dios les
había prometido tras su salida de Egipto, y para rematar el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Colombia el 4 de octubre de 1948, en un incomprensible
memorando a la ONU solicita que: "...La
ciudad de Jerusalén y sus alrededores merecen ser considerados como un
patrimonio internacional, ajeno a toda preponderancia política o religiosa de
una raza sobre otra. Nada tan a propósito, además, para fomentar el
entendimiento y la ordenación jurídica de los pueblos, como el hecho de estar
vinculada ´de jure´ a la Organización de las Naciones Unidas, una Tierra que
debe ser ejemplo de armonía y fuente segura de inspiración y de doctrina sobre
la paz… Pero desea este despacho llamar la atención de los otros gobiernos
americanos, acerca de la conveniencia y necesidad de que este ´Estatuto
Especial´, sea otorgado a la ciudad de Jerusalén y sus alrededores, incluyendo
la aldea de Belén, como ´Corpus Separatum´, esto es, con un carácter
verdaderamente internacional y dependiente en forma principal del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas…" (sic).
Colombia tuvo especial interés en sostener esta posición sobre Jerusalén y los
Lugares Santos, entre otras razones, porque dada la mayoría católica del país,
estos lugares tenían una gran significación religiosa. Finalmente
y a pesar de no pocos obstáculos, el 14 de mayo de 1948, Ben Gurion declara en
Tel Aviv la independencia y de manera oficial nace el Estado de Israel con
Jerusalén como ciudad capital.
Toda
acción trae consecuencias que bien pueden ser positivas o negativas. Para el
caso, es preciso revisar lo que sucedió apenas un año después que Colombia se
sometió a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en 1902. El 3 de noviembre de 1903, justo al final de la
guerra de los mil días, perdimos el Istmo de Panamá, tras la firma del Tratado
Herrán-Hay, mediante el cual los gobiernos de Colombia y los Estados Unidos
ratificaban la intención de construir el Canal de Panamá. El
entonces presidente José Manuel Marroquín, en un arranque de cinismo para
justificar la separación de Panamá pronunció esta vergonzosa cita registrada en
los anales de la historia: “…Recibí un
país y le entregué dos al mundo…” Sólo hasta 1925 el gobierno colombiano
recibió de manos de la potencia del norte, la ridícula suma de US$25 millones
de dólares a manera de indemnización
y el derecho de Colombia de transportar tropas, buques mercantes y materiales
de guerra sin pagar peaje por el Canal de Panamá. Además de la
pérdida territorial, es incalculable el monto de los ingresos que por derechos
de uso del canal, dejó de percibir Colombia, todo por la ambición del Congreso
y de la incompetencia e irresponsabilidad de Marroquín. Al propiciar la
consagración del país al sagrado corazón de Jesús y al inmaculado corazón de
María, los gobiernos y autoridades de turno, han provocado el enojo del Señor.
Dios aborrece la idolatría. Dice la palabra de YHWH: “…No tendrás dioses ajenos delante de mí. No harás para ti escultura,
ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra,
ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás;
porque yo soy YHWH tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres
sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen…”
(Deuteronomio 5:7)
Todas
las festividades, procesiones y celebraciones religiosas como el Corpus
Christi, el Sagrado Corazón de Jesús, el Inmaculado Corazón de María, la Semana
Santa, la Natividad, San Pedro y San Pablo entre otras, no son más que
manifestaciones y rituales de origen pagano heredados de la ancestral Babilonia
y de la Roma antigua, y esto ofende a Dios, pues no es otra cosa que idolatría.
El
otro episodio que enajena nuestras mentes y nos causa dolor sucedió también un
año después que el gobierno colombiano se negara a reconocer en 1947, el
legítimo derecho del pueblo de Israel a tener un estado soberano. Si bien es
cierto que el pueblo judío sufre las consecuencias de la diáspora como
resultado de su desobediencia a YHWH, también lo es el hecho, que la tierra
prometida por Dios y entregada a su pueblo tras la salida de Egipto, tenía por
fronteras los ríos Nilo al sur y el Eufrates al norte; el mar Mediterráneo al
occidente y el desierto de Arabia por el oriente. Esta fue la tierra que Dios
le mostró a Moisés conforme a la promesa hecha a los patriarcas Abraham, Isaac
y Jacob. Un extenso territorio, donde fluyen ríos de leche y miel de acuerdo
con lo consignado en la Santa Biblia, del cual fueron expulsados los judíos por
sus rebeliones, desde entonces los judíos han sido dispersos por la faz de la
tierra. Pero la comúnmente denominada Tierra Santa y los territorios adyacentes
en su totalidad, les pertenece para siempre.
La
tibieza (cobardía) de la delegación
colombiana en la votación de la ONU, fue castigada en 1948 tras la muerte de
Jorge Eliecer Gaitán, con la aparición de la violencia guerrillera y de una
guerra fratricida que hasta hoy golpea a nuestras puertas día tras día. Las
Farc de tendencia comunista, el ELN de tendencia católico-jesuita, el EPL de
tendencia Maoista, las Bacrim de tendencia paramilitar terrorista, más la
delincuencia narcotraficante y la corrupción política, son maldiciones. Todas
las potencias mundiales quieren complacer en secreto a los musulmanes, sacrificando a Israel por
causa del petróleo. ¿No son acaso los yacimientos de petróleo, los ríos de
leche de que hablan las sagradas escrituras? ¿No son acaso los acuíferos de
agua dulce Jordán, Nilo, Eufrates, Hermon, Snir y Dan, los ríos de miel de que
hablan las sagradas escrituras? Sin embargo, el pueblo judío ha sido despojado
y hoy habita en una porción de tierra en forma de daga, rodeado de enemigos
ancestrales como los filisteos (palestinos), de ismaelitas (Arabia Saudita), de
egipcios (Egipto), sidonios (Líbano), edomitas, moabitas y amonitas (Jordania),
Arameos (Siria), Hititas (Turquía), medos (Irak), elamitas y persas (Irán). La mayoría de estas
naciones profesan el culto a Alá, deidad musulmana también conocida como el
dios Luna, de allí que la mayoría de las naciones que profesan la religión de
Mahoma, lleven en sus estandartes la imagen del cuarto menguante lunar.
Dice
la palabra de YHWH: “…Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto
eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca…” (Apocalipsis 3:15-16)
¿Cómo
entender pues la posición colombiana sobre Jerusalén en la ONU, luego que en la
segunda guerra mundial Hitler mató a seis millones de judíos en los hornos
crematorios? Todo el mundo odia a los judíos especialmente los musulmanes, el
Vaticano e Inglaterra. Fue un verdadero milagro de Dios que Israel llegara a
ser una nación en 1948 y desde entonces la ONU los ha aborrecido. Dice la
Sagrada Biblia: “…Y YHWH poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y
escogerá aún a Jerusalén…” (Zacarías 2:12)
Justo un mes después de la posesión del presidente
Juan Manuel Santos Calderón, luego de consagrar su gobierno a la madre
naturaleza en la Sierra Nevada de Santa Marta, -en un ritual animista-, la mano invisible de Dios desató una ola
invernal que además de derrumbes, avalanchas, deslaves e inundaciones que
afectan gran parte del territorio nacional, agravó la vulnerabilidad de cientos
de miles de personas afectadas por el conflicto armado que azota el país desde
1948. El siguiente artículo nos adentra un poco más en el patrón mencionado en
el primer párrafo de este ensayo.
“DE LA GUIRNALDA DE
MELILOTO AL COLLAR DE TUMAS”
Dijo
en su discurso de posesión el nuevo presidente, que temprano había estado en un
paraje de la sierra nevada de Santa Marta recibiendo de manos de los shamanes
un collar con cuatro piedras. Estuvo con toda su familia y un selecto grupo de
invitados como testigos del acontecimiento, entre ellos el ex-ministro Juan
Mayr y asesores de la nueva ministra del medio ambiente, Sandra Bessudo.
El
ritual o ceremonia sagrada se llevó a cabo en un sitio llamado Zevemwa, lugar
sacro para las comunidades Kogi, Arhuaco, Kankuamo y Wiwa. Tras purificarse en
el interior del templo Seshua, con sus ojos cerrados y en silencio, Santos
Calderón ofrendó y se comprometió con la Madre Naturaleza, y seguidamente los
mamos le ataron dos gacanzias o hilos de aseguranza protectoras, en cada una de
sus muñecas y después fue galardonado con el ahora famoso collar de cuentas
místicas o tumas, que tiene cuatro clases de piedra a saber: Cuarzo en representación del agua, Jadeita en representación de la
naturaleza, los animales y las plantas, Cornalina
en representación de la sangre y el “buen gobierno” (?) y Acerita en representación de la tierra, para que haya buen alimento
para todos los colombianos (sic). Por último, recibió un cetro de macana negra
adornado con un tejido multicolor, a manera de bastón de mando. Todo su grupo
familiar, esposa e hijos fueron igualmente sujetos con gacanzias en sus
muñecas. De hecho, ya Juan Manuel había estado en “retiros espirituales” con
los mamos y jefes de las comunidades indígenas de la sierra, durante el pasado
gobierno. ¡Todo esto es superstición!
Esta
aparentemente inofensiva y folclórica tradición, colinda con los sistemas
paganos de los egipcios, griegos, romanos y druidas entre otros; y se asemeja
más a un ritual de iniciación idolátrica con invocaciones y entrega de amuletos
para la buena suerte, que a la toma de poder de un gobernante elegido
democráticamente. Relata Heródoto que, en los antiguos rituales mágicos persas
se ofrendaba en lugares consagrados y que los altares se adornaban con hojas de
meliloto, tras lo cual el mago o sacerdote entonando cantos mágicos sagrados,
realizaba horrendos sacrificios en honor a los dioses.
El meliloto o guirnalda de trébol siempre estaba ceñida en la cabeza de Osiris,
como la corona del gobernante y señor de toda la tierra.
Nada
de lo hecho en la sierra nevada de Santa Marta, tiene el talante de ser
simbólico, como nos lo han querido vender los medios; por el contrario, es algo
mucho más temerario, pactado con las potestades, principados y huestes de
maldad. Señal inequívoca de aquellos que se regocijan con el resurgir del paganismo
en abierta oposición al culto del único Dios viviente y verdadero. Por tanto,
esta ceremonia no puede pasar, desapercibida para los ojos del Creador, ni para
nosotros. El gobierno de Santos, señoras y señores, y hermanos en la fe, ha
comenzado mal, muy mal. Oremos por él.
FABIO HUMBERTO MOLANO
OLMOS
Bogotá
D.C., agosto 7 de 2010
Pues bien, durante el
último trimestre de 2010, Colombia vivió la más larga y devastadora temporada
invernal de los últimos cuarenta años. Lluvias incesantes causaron extensas
inundaciones y deslizamientos de tierra de gran magnitud, dejando a millones de
personas afectadas según las cifras oficiales, sobre todo en los departamentos
del norte del país. En las zonas rurales, donde el conflicto armado es más
intenso, las inundaciones agravaron la situación humanitaria de cientos de
miles de personas desplazadas que ya venían sufriendo las consecuencias de un
acceso mínimo a servicios esenciales como la atención de la salud, la
alimentación, la educación, el agua, la vivienda y el saneamiento básico. Es
mucha la sangre de gente inocente derramada por la violencia y sus actores, y
la tierra debe ser lavada para ser limpiada, por tanto muchas más
precipitaciones vendrán sobre nuestro país, pues nuestra tierra está enferma.
Así mismo, en las dos temporadas
lluviosas de 2010
y 2011, se han registrado en Colombia un total de 1.559 emergencias en 696 de
los 1.120 municipios, en 28 de los 32 departamentos y en el Distrito Capital.
La mayor afectación se presenta en los departamentos caribeños de Bolívar,
Magdalena, Atlántico, Guajira, Sucre y Córdoba.
También se han
afectado las principales carreteras nacionales, decenas de puentes vehiculares y peatonales, acueductos,
alcantarillados, centros de salud, centros educativos y más de un millón de
hectáreas de cultivos. Este período de precipitaciones e inundaciones ha sido
considerado el más grave de las últimas cuatro décadas.
En diciembre de 2010
el Gobierno declaró la emergencia económica, social y ecológica para facilitar
la adopción de medidas en todos los órdenes y atender las tragedias invernales
generadas por las torrenciales precipitaciones. En el año 2011, se vive otra
intensa temporada invernal durante el segundo trimestre, que a la postre
terminará por agravar el lamentable estado de la infraestructura y ocasionará
nuevas inundaciones que afectarán prácticamente toda la geografía nacional.
Durante sólo el mes abril de 2011, se
registraron un total de 401 puntos de emergencia en las vías, es
decir, el 58% por ciento del total de eventos que ocurrieron el año 2010, según
la Cámara Colombiana de Infraestructura.
Colombia ocupa el triste tercer lugar de países con
más muertos por desastres naturales, según la ONU. Con los años, las listas de
fallecidos, desaparecidos y damnificados por deslizamientos de tierra, deslaves
e inundaciones crecen de manera dramática.
¿Qué hace diferente esta tragedia? El efecto del
fenómeno climático de la Niña contribuyó a intensificar la temporada regular de
lluvias que todos los años tiene Colombia. Nadie estaba preparado para las
consecuencias en cuanto al número de damnificados, ni en los cuantiosos daños
ocurridos. Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, tenemos las
inundaciones más grandes de los últimos cien años
y pasarán meses o incluso años para recuperar las tierras productivas que hoy
están bajo el agua. Veamos algunas cifras:
Se han presentado 1.053 inundaciones entre agosto
de 2010 y mayo de 2011. De igual manera, se han registrado 572 grandes desprendimientos
de tierra, 5 torrenciales
granizadas con ventiscas y tormentas, 254 vendavales,
más 27 avalanchas de lodo
y piedra. Un total de 1.324.000 hectáreas
afectadas dejó el invierno sólo en el año 2010, un 98% por ciento más de
las hectáreas que se afectaron en el año 2009.
Para albergar a los 3.043.402 damnificados
que corresponden a
436.234 familias afectadas desde
abril del 2010, se tendrían que construir 67 estadios como el Campín de Bogotá.
Un total de 469 personas perdieron la
vida desde el primero de abril del año anterior hasta junio 7 de 2011. Sólo
durante el pasado mes de mayo murieron 71 colombianos, es decir, más de dos
muertes al día, por causa de la ola invernal.
El 2,4% por ciento del PIB distribuido entre 2010 y
2014, es la cifra que se estima vale la emergencia por el invierno. Esto
equivale a más de $10 billones de pesos. Se han destinado $4.5 billones de pesos
al Fondo de Calamidades para atender la emergencia invernal.
Cuatro pueblos deberán ser reasentados al ser destruidos
por fallas geológicas y avalanchas: Gramalote (Norte de Santander), Útica
(Cundinamarca), Socotá (Boyacá) y Santa Ana en la Mojana Sucreña. Otros cinco municipios en el
departamento del Meta y tres en Cundinamarca están bajo observación y podrían
correr la misma suerte, afirman los expertos. Un censo preliminar estableció
que más de 17.000 viviendas rurales
están destruidas y otras 140.000 están
averiadas, inhabitables y a punto de colapsar.
Estimativos de Fenavi
indican que más de 600.000 aves,
murieron por la fuerza del invierno en el último año. Otros 28 millones de aves están en
riesgo. Fedegan informa que al menos 115.000 bovinos
murieron por las inundaciones y 1.430.200 cabezas
de ganado tuvieron que ser trasladadas y reubicadas por las inundaciones. En la
práctica, todo el sector pecuario y de especies menores, se encuentra en grave
riesgo de afectación.
En consideración con el escenario aquí descrito, no
queda la menor duda que Dios está
realmente indignado por el comportamiento de nuestros líderes. Ellos no
le temen y no tiemblan ante su palabra y juicio. Lo ignoran por completo. Es
por ello que Colombia está declinando y Dios continuará azotándonos por nuestra
desobediencia. Más vale que nos preparemos, pues la gran tormenta se acerca,
porque nuestros gobernantes no cambiarán. Esto será nuestra ruina. Las
tormentas que hoy nos azotan son sólo una muestra de la ira de Dios contra
nosotros por rechazar su palabra y sus mandamientos, por defenestrar a su
pueblo y buscar despojarles de su tierra. Dice la palabra de YHWH en la sagrada
biblia: “…El final será por inundación…”
(Daniel 9:26)
Nuestra nación arrastra un lastre de violencia,
despojo, desplazamiento, secuestro, masacres, violaciones, asesinatos e
impunidad, del que parece imposible salir, a menos claro está, que corrijamos
el rumbo para que nuestras acciones sean agradables al Creador. Ha llegado la
hora de reconocer y confesar nuestros pecados, arrepentirnos de todo corazón,
volver a la palabra de Dios y aceptar con fe lo que Jesús dijo al venir a morir
por nuestras iniquidades: “…Yo soy el camino, la verdad y la vida,
nadie viene al Padre sino por mí…” (Juan
14:6)
FABIO HUMBERTO MOLANO OLMOS
Bogotá D.C., junio 8 de 2011
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Colombia es el país del mundo con el mayor número de
desplazados por la violencia, y Ecuador su mayor receptor, según un informe de
la ONU difundido este lunes en una conferencia regional sobre refugiados en
Quito. Adicional a los 3,7 millones de desplazados, otras 380.000 personas han
conseguido refugio o están pidiendo protección en 36 países, según la oficina
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). La
cifra de desarraigados de Colombia supera las de Irak, Afganistán y República
Democrática del Congo, agrega el reporte presentado por Jorge Rojas, director
de la ONG colombiana Consultoría para los Derechos Humanos (Codhes). El Nuevo
Siglo, noviembre 9 de 2010
Estos hechos llevaron a la revuelta
nacional en contra del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, a quien le exigían la renuncia. Ese día hubo saqueos,
principalmente en el centro de Bogotá, a lo largo de la
carrera séptima inicialmente pero que luego se fueron esparciendo por gran
parte de la ciudad para terminar extendiéndose a varias ciudades de Colombia. Además
de los saqueos, hubo incendios provocados por los manifestantes: incendiaron
los tranvías, iglesias, edificaciones importantes y los mismos locales
saqueados. En un principio la policía intentó tomar control del asunto, pero luego,
algunos policías y militares se unieron a la revuelta
propiciando armas y esfuerzos, mientras que otros tomaron las armas y abrieron
fuego sobre los manifestantes. El saldo de la revuelta fue de varios cientos de
muertos y heridos. Las cifras van desde 500 muertos reportados por un cable de
la Embajada Alemana, hasta la extraoficial de más de 3.000. Los daños
materiales correspondieron al incendio y posterior derrumbe de 142 construcciones
incluyendo casas particulares, hoteles e iglesias del centro de la ciudad y por
múltiples saqueos. Alape, Arturo
(1987). El Bogotazo: Memorias del olvido. ISBN 958-614-208-6.