viernes, 5 de septiembre de 2014

CRIMENES SINIESTROS CONTRA LA HUMANIDAD


LOS  MAESTROS  DEL  CRIMEN


He tenido la grata oportunidad de departir un breve momento con ustedes la noche inmediatamente anterior y me he animado a compartirles estas notas que espero les animen a investigar en profundidad. Sobre todo me alegra el saber que se agita en su interior la necesidad de conocimiento frente a la historia de la humanidad y de los actores que de una u otra forma han incidido en el curso de la historia. Hoy sólo quiero mencionarles tres factores, que de golpe abordamos muy superficialmente, pero, que sin lugar a dudas continúan afectando gravemente el desarrollo de las naciones y de la humanidad.

1.    El Tribunal del Santo Oficio y los Jesuitas
2.    El Vaticano (Ustashi  vs. Ortodoxos)
3.    Comunismo y Nazismo (La cuestión Judía)

El tribunal del Santo Oficio fue creado en 1478, siendo en fraile dominico Tomás de Torquemada su principal exponente. La gente cree que la Inquisición es cuento del pasado y que ya no existe, pero aún esta vivita y coleando. Es responsable por la vida de millones de personas, católicos, protestantes, judíos, gitanos, ortodoxos, comunistas, socialistas, musulmanes e indígenas, entre otros. Entre tanto, el militar Iñigo López de Recalde (más conocido como San Ignacio de Loyola), fundó la Orden Jesuita que en 1540 recibió la bendición Papal. Iñigo fue un genio satánico. Creo un ejército de sacerdotes dedicados de tiempo completo a la defensa del Vaticano. Los jesuitas capturaron y destruyeron naciones. Iniciaron guerras y asesinaron a reyes y presidentes, incluido Abraham Lincoln. El Vaticano siempre ha querido por siglos apoderarse de Jerusalén, para establecerse allí, pero se encontraron siempre con un escollo insalvable: Los Judíos. (Problema N° 1)

Entre 1890 y 1900, la Francia revolucionaria y la Rusia zarista,  firmaron importantes acuerdos militares y políticos, asunto que enojó bastante al Vaticano. Mientras tanto, el poder de la iglesia ortodoxa se extendía a Bulgaria, Grecia, Rumania, Turquía y la Yugoslavia Serbia, bajo la mirada complaciente y protectora del Zar de Nicolás II de Rusia. El papa y los jesuitas estaban furiosos, pues Francia había estado entre su lista de enemigos desde que destronaron a su rey católico Luis XVI, para convertirse en república. El Vaticano tenía pues que dominar a Francia (Problema N° 2), y eliminar la competencia religiosa ortodoxa en los Balcanes (Problema N° 3). La solución era sencilla: los jesuitas prepararían la primera guerra mundial. Así pues planearon y ejecutaron la muerte del archiduque Francisco Fernando, heredero del imperio Austro-Húngaro, en Sarajevo, capital de la provincia de Bosnia-Herzegovina. De inmediato la Alemania católica declaró la guerra, invadió Francia y declaró la guerra a Inglaterra y Rusia. El Vaticano se valió de Alemania y su ejército imperial en cabeza del káiser Wilheim. Sin que lo supiera el pueblo alemán; el papa Pio X y los jesuitas habían sacrificado a la Alemania católica, al káiser y a su gobierno, con el objeto de iniciar una nueva inquisición. La guerra duro cuatro largos años, de 1914 a 1918. Europa quedó en ruinas. Murieron más de diez millones de hombres y otros veinte millones quedaron heridos y mutilados. Alemania, el Vaticano y los jesuitas perdieron la guerra y tuvieron que firmar el tratado de Versalles en 1919. Lo peor de todo fue que ninguno de los tres problemas fue resuelto. Los judíos, los franceses y la iglesia ortodoxa de oriente salieron fortalecidos, y como los jesuitas nunca perdonan, ni se dan por vencidos, ya estaban planeando la segunda guerra mundial.

Centraron pues, todos sus esfuerzos en crear la revolución rusa y para ello se valieron de prestantes figuras como Marx, Engels, Trotsky, Lenin y Stalin, dando forma al partido comunista. A partir de ese momento el Comunismo sería la punta de lanza para destruir a los enemigos de la iglesia católica, apostólica y romana. El primer golpe consistiría en derrocar y eliminar de una vez por todas a los zares de Rusia, asunto que lograron resolver al poner en marcha la revolución de los soviets, que hizo abdicar al zar. El protector de la iglesia ortodoxa finalmente estaba frente a sus verdugos, los jesuitas, quienes en un juicio sumarial secreto, condenaron al zar y a toda su familia a muerte. Fueron llevados a Yekaterinbug, en los Urales, donde los siete integrantes de la familia real fueron asesinados a sangre fría. Subieron los cadáveres a un camión y los trasladaron a una mina llamada “Los cuatro hermanos”, donde fueron descuartizados, rociados con ácido, quemados y arrojados a un pozo de la mina abandonada. Para el Vaticano esta fue una gran victoria. Entre tanto, el Vaticano había fletado el famoso “Tren sellado”, que en 1917 salió secretamente de Alemania con Lenin y sus revolucionarios y con el oro del papa para financiar la revolución comunista. En 1928 Lenin logró el control de Rusia. Enseguida se desató una persecución sin cuartel contra los patriarcas, líderes religiosos, sacerdotes, monjes y monjas de la iglesia ortodoxa rusa. Se atacaron monasterios, conventos e iglesias con grandes matanzas. Pero el patriarca ortodoxo ruso tenía un as bajo la manga. Cuando los comunistas llegaron por él, les salió al encuentro saludándolos e indicándoles que eran camaradas bienvenidos y que él les entregaría el oro y las riquezas que el zar le había ordenado que guardara. Los comunistas quedaron estupefactos. Bajaron las armas, aceptaron el oro y la amistad del patriarca y ordenaron que cesaran inmediatamente las ejecuciones de los líderes y fieles. Una vez más la iglesia ortodoxa estaba a salvo. Los comunistas no sólo recibieron el oro del zar, ¡sino que se quedaron también con el oro del papa! Se calcula que el oro del papa, que llegó a Rusia a través de Alemania, valía para la fecha, la no despreciable suma de US$666.000.000.00, riqueza que hasta hoy continua en las arcas del estado ruso. Cuando el papa se enteró, por poco le da un ataque al corazón. Sus propios comunistas, lo habían traicionado. Y uno de los problemas que en principio creyeron solucionado, nuevamente estaba de vuelta: la iglesia ortodoxa de oriente aún vive y es sólida. Ante esta tragedia, los jesuitas echaron a rodar la estrategia para una nueva inquisición. La proxima vez irían por los herejes judíos, ortodoxos, protestantes y comunistas. La segunda guerra mundial empezó a gestarse en los amplios salones del vaticano y contaría con tres devotos católicos: Adolfo Hitler, Benito Mussolini y Francisco Franco.

Así pues, tras el ascenso de Hitler al poder, la maquinaria de guerra del Tercer Reich, echó a andar. Todo estaba listo para que la sangre corriera por todo el mundo en una nueva guerra santa. La inquisición estaba en camino. El 1° de septiembre de 1939, el ejército nazi, invadió Polonia y de manera inmediata Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. Cabe anotar que una semana antes del inicio de la guerra, el 23 de agosto de 1939 Hitler y Stalin firmaron un acuerdo de no agresión y la manera en que se repartirían Polonia y otras naciones del Báltico. Nadie se imaginaba un acuerdo nazi-comunista, pues era como combinar el agua con el aceite, pero para los jesuitas esto hacia parte de su estrategia de guerra. La traición de Hitler a Stalin se cristalizó el 22 de junio de 1941, cuando el ejército alemán invadió la Unión Soviética, atacando Leningrado y Moscú, con la intención de acabar con el comunismo de una vez por todas y recuperar el oro del Vaticano, custodiado por la iglesia ortodoxa de Rusia.

Como Napoleón, Hitler no pudo conquistar a Rusia. Los soldados alemanes morían por millares congelados en el campo de batalla, los tanques y vehículos de abastecimiento  quedaron enterrados en lodazales y la fuerza aérea no pudo volar dadas las pésimas condiciones climáticas del invierno ruso. Finalmente el 31 de enero de 1943, el todopoderoso ejército alemán inició la retirada completamente derrotado. Una vez más los jesuitas y el Vaticano fracasaron en su intento de acabar tanto con el comunismo, como con la iglesia ortodoxa. Entre tanto Hitler y su horda de asesinos de las S.S., aceleraban la llamada “Solución Final”, que consistió en el asesinato sistemático de por lo menos seis millones y medio de judíos, muertos en cámaras de gas, en los campos de concentración diseminados por todo el frente oriental y el centro de Europa. En el fondo fue una miserable victoria para la iglesia católica, pues a pesar del genocidio en contra del pueblo judío, la nación de Israel resurgió de las cenizas el 14 de mayo de 1948 bajo el auspicio de la ONU, con Jerusalén como ciudad capital. El Vaticano jamás logró su propósito de establecer su sede en la ciudad santa y el papa nunca pudo sentarse en el solio de San Pedro en territorio judío. A fecha de hoy, el Vaticano nunca ha reconocido a Israel como nación. Esto fue una durísima y doble derrota para los jesuitas y para el Vaticano. Por si acaso, y siendo los jesuitas “maestros del engaño”, reunieron a más de mil judíos católicos romanos y los ocultaron bajo las colinas del Vaticano mientras duró la guerra. El Vaticano siempre se ha cuidado de protegerse frente a eventuales fracasos y de ese modo, al final de la guerra proclamaron al mundo que habían protegido a los judíos del odio de Hitler y de los nazis. Por fortuna nadie aceptó esa historia y los crímenes de guerra de las S.S., de la Gestapo y de la Ustashi, salieron a la luz pública.

Además del asesinato indiscriminado de millones de judíos, serbios, gitanos, comunistas, negros, minusválidos, enfermos mentales y homosexuales, los nazis centraron sus esfuerzos criminales en erradicar todo vestigio de protestantismo en Europa. Absurdo si se considera que la Reforma precisamente nació y se fortaleció en Alemania bajo la visión tutelar de Martín Lutero. Tras la invasión de Normandía por parte de los aliados, la derrota de Hitler sólo era cuestión de tiempo. Pronto cayó ajusticiado por los partisanos el “Duce” Benito Mussolini e Italia se libró de este criminal dictador católico. El Vaticano ni se pronunció sobre su muerte. La Gestapo que no era otra cosa que un grupo de asesinos conforme a los principios de la orden jesuita, se dio a la tarea de atrapar y asesinar ciudadanos alemanes opuestos al nazismo y a la guerra. Miles de protestantes confesos que oraban por el final de la guerra y por los judíos y otras minorías étnicas, fueron enviados a campos de concentración y asesinados. En Yugoslavia, miembros de la iglesia ortodoxa griega, fueron masacrados por los crueles ustashis, que era un grupo organizado y dirigido por los jesuitas. Las monstruosas torturas y masacres que infligieron a sus víctimas son impublicables. Cientos de jesuitas eran miembros activos de escuadrones de asesinos de la ustashi, que liderados por Andrija Artukovic, eliminaron a casi un millón de miembros de la iglesia ortodoxa.

Pronto el cerco sobre Alemania se hizo más estrecho y Hitler y sus esbirros nazis se atrincheraron en Berlín. El ejército rojo de Stalin fue el primero en llegar. En la polémica conferencia de Yalta (Crimea) Churchill, Roosevelt y Stalin, definieron el derrotero a seguir para el final de la guerra y la postguerra. Resultado de lo anterior Alemania fue dividida en cuatro sectores, uno para cada una de las potencias vencedoras: Estados Unidos, Inglaterra, Francia y la Unión Soviética. Nadie imaginaba el drama que se viviría en Berlín de la postguerra, al construirse por parte de los soviéticos el muro de la infamia y que dividió a la nación alemana por años, bajo la mirada complaciente del mundo.

El dictador Stalin carga a sus espaldas con más de 60 millones de muertes, producto de los pogroms y crímenes desatados en Rusia después de su ascenso al poder en 1924, tras la muerte de Lenin; con el objeto de eliminar detractores políticos y antagonistas democráticos. Datos históricos le responsabilizan por la muerte de al menos siete millones de judíos rusos. Stalin es el segundo asesino más grande de la humanidad después de Mao Tse Tung, a quien se le señala de haber asesinado a setenta y cinco millones de chinos para la implantación y la consolidación del comunismo en la nación China. Hitler tiene a sus espaldas la muerte de veinte millones de seres humanos. Sin embargo, es preciso aclarar que la segunda guerra mundial dejó más de cincuenta y cinco millones de muertes. Inexplicable desde todo punto de vista, como un asesino, como Stalin pudo haber hecho parte de la conferencia de Yalta. Podrán observar que no he tocado para nada aspectos relevantes de la guerra secuencial que se desarrollaba en el lejano oriente con el imperio nipón, tras el ataque a Pearl Harbor por parte de Japón y que conllevo al ingreso a la guerra de los Estados Unidos. Como injustificable resulta ser, que un presidente protestante, Harry Truman, se haya atrevido a lanzar dos bombas atómicas sobre territorio japonés, cuando la guerra ya estaba prácticamente terminada.

Alemania se rindió el 8 de mayo de 1945. Hitler, el genocida católico se suicidó en su bunker. Europa quedó una vez más en ruinas. La ramera de Apocalipsis 17 estaba nuevamente en problemas. Uno de sus hijos (el Partido Nazi), el que había recibido el respaldo del papa Pio XII, había caído. Su otro hijo (el Partido Comunista), al cual ella odia, salía triunfador. China, Corea del Norte, Vietnam, Albania y Cuba, se convirtieron en naciones comunistas. Por ello los jesuitas deben sentirse gratificados, pero no el Vaticano, pues el polaco Karol Wojtyla, elegido papa por el Vaticano para negociar y transigir con la antigua URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), tras 24 años de papado fue incapaz de recuperar el oro del papa; aun cuando para ello se haya valido de presionar a Rusia gestando la guerra de la antigua Yugoslavia, con el único propósito de desmembrar una pujante nación regida con mano de hierro por el mariscal Tito. La balcanización de Yugoslavia dada su fragilidad política, étnica y religiosa, reavivo odios y rencillas que enfrentaron a serbios, voivodinos, montenegrinos, kosovares y macedonios ortodoxos, eslovenios y croatas católicos y bosnios-herzegovinos islámicos. Una nación de la noche a la mañana quedó fragmentada en siete países y una provincia autónoma.

El último hijo consentido del Vaticano (el Islam), se forjó con la única intención de derrotar a los judíos y apropiarse de tierra santa, plan que aún no se cristaliza y, que lenta pero inexorablemente está conduciendo a la humanidad hacia el Armagedón. De cualquier manera, Israel prevalecerá. Pregúntense por un momento, por qué han caído tantos gobiernos democráticos del cercano y medio oriente en manos del movimiento “hermanos musulmanes”. Tres grupos religiosos se pelean preeminencia: Los católicos, los musulmanes y los judíos. Lo cierto es que hay un solo Dios verdadero, su Hijo redentor de la humanidad, Jesucristo y el Espíritu Santo que da consuelo y sabiduría.

Espero que mis notas no les sean motivo de discordia o confrontación. Solo he querido hacer una abreviada versión de la historia de la humanidad y la tragedia a la que nos hemos sometido, por haber omitido consciente o inconscientemente el cumplir con la ley de Dios establecida en la Santa Biblia. Cuídense mucho y que Dios les bendiga.


Fabio Humberto Molano Olmos

Bogotá D.C., 4 de octubre de 2013

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